Justo antes de entrar a mi calle hay un banco, uno de esos en los que sacas dinero y en los que si te sientas te sacan ellos a ti.
Se repite la escena, faltan solo unos metros para llegar a casa, está sonando algo por los auriculares y encuentro al mismo hombre acostado entre cartones dentro del banco sin más abrigo que una manta, siempre la misma manta.
Serían las 3 de la mañana, no lo recuerdo con exactitud, cuando me percaté de que ese día había dos personas más en el interior, concretamente un hombre y un niño. Ante la sorpresa, decidí aguantar la mirada un rato para comprobar que aquello que veía no era una ilusión provocada por alguna bebida espirituosa.
No me equivoqué, justo enfrente de la persona que solía frecuentar aquel lugar, un hombre adulto y un niño (quien probablemente sería su hijo), compartían suelo con el desconocido de siempre.
Fue justo en aquel momento cuando me pregunté ¿qué puedo hacer yo? ¿qué debo hacer para que aquellas personas que hoy están durmiendo en un suelo que no es el suyo, encuentren más abrigo que una manta llena de jirones?
Me senté aquí, en esta silla, y realicé el típico ejercicio de hipocresía y necedad que embriaga a esta sociedad borracha de éxito falso: sentir y no actuar.
Conforme pasaban los días la marea volvía a enredarme en sus fauces, Lunes, Martes, Miércoles... el reloj imparable eliminaba aquel recuerdo hasta que finalmente lo convirtió en algo exógeno con el único fin de continuar mi existencia sin el tormento que produce el mal ajeno. Así es como se manifiesta la existencia pura ante la falta de criterio, con la necesidad de volver a nuestros quehaceres, quehaceres que nos salvan del mal y nos devuelven a la felicidad ambigua de vivir.
Volverá a ser indispensable la ayuda a África, volveremos a ver mañana en la tele como niños de este país de manos largas y tuertos, no pueden comer ni recibir una educación sin las limitaciones del presupuesto, volveremos a ver a millones de personas muriendo por sida para acto seguido deleitarnos con los apuestos colores de un Ferrari, pero sobretodo, pese a quien le pese y gracias a dios, volverá a ser Lunes.
miércoles, abril 02, 2014
lunes, marzo 10, 2014
La playa.
Voy a sentarme aquí un ratito más, voy a dejar que el mar empape mis pies desgastados, acariciaré la arena durante el tiempo que esté sobre esta roca, levantaré la cabeza para que el Sol pueda golpear mi rostro de una manera más contundente, brillaré.
Mientras disfruto de esta playa, recordaré como llegué a la roca más fría de toda la costa, sacudida por el oleaje, agotada de sacar la cabeza a flote y cubierta de sal.
Ahora que por primera vez encontré o creí encontrar una solución a aquello que lleva aturdiéndome durante años, estoy paralizada por el terror y devorada por la impaciencia.
Mientras disfruto de esta playa, recordaré como llegué a la roca más fría de toda la costa, sacudida por el oleaje, agotada de sacar la cabeza a flote y cubierta de sal.
Ahora que por primera vez encontré o creí encontrar una solución a aquello que lleva aturdiéndome durante años, estoy paralizada por el terror y devorada por la impaciencia.
miércoles, febrero 19, 2014
Un hueco a lo irrelevante.
Vuelvo a estos lares antes de lo esperado, resulta que al final nada es tan grave ni tan urgente.
No acostumbro a hacer este tipo de cosas por aquí, o al menos dejé de hacerlas hace mucho tiempo, pero un pequeño inciso nunca cambió nada.
Hoy dejo este vídeo que grabé hace una semana junto a un buen amigo en un lugar cerca de allí y lejos de allá.
Disfruten con moderación.
Para más desinformación visiten mi Twitter: @Carmen9pato
Y no se olviden de mi fantástico y casual canal de Youtube: https://www.youtube.com/user/carmen9pato?feature=watch
No acostumbro a hacer este tipo de cosas por aquí, o al menos dejé de hacerlas hace mucho tiempo, pero un pequeño inciso nunca cambió nada.
Hoy dejo este vídeo que grabé hace una semana junto a un buen amigo en un lugar cerca de allí y lejos de allá.
Disfruten con moderación.
Y no se olviden de mi fantástico y casual canal de Youtube: https://www.youtube.com/user/carmen9pato?feature=watch
domingo, enero 12, 2014
Nos vemos en los bares.
No sé que decir. Hoy me dirijo a vosotros, porque no quiero hablarme, no quiero saber de mi, y es que en un día como hoy me siento lejos, tan lejos como podáis imaginar.
Nos movemos y actuamos acorde a aquello que imaginamos que nos haría felices, nos arriesgamos a sentir, a amar, a sufrir, en definitiva, nos arriesgamos a vivir.
Cuando nos lanzamos a la piscina para hacerlo posible sentimos miedo, miedo en cantidades desproporcionadas, y ese temor es incontrolable y a la vez incomprensible, se cala en tus huesos, te atraviesa el alma, te deja vacío. Y es que vivir conlleva el mayor de los pesares, asumir las consecuencias.
Debemos aceptar fracasar, triunfar, el dolor, la ira, la alegría... y todos esos sentimientos convulsos que nos llevan a estados de nuestro ser que desconocemos hasta el mismo momento en el que ocurren esas consecuencias.
Son esas mismas consecuencias las que hoy me han traído aquí, las que hacen que día tras día sufra empujones terribles a cargo de mi conciencia, la que hoy al fin pudo dormir.
De veras necesito descansar, tomarme un tiempo, un momento en el que deje de buscarme, parar de reflexionar acerca de lo que hice mal, lo que hice bien, lo que he perdido y lo que he ganado en estos últimos años. Apagar la luz, quedarme a oscuras, no ver, solo andar por esta habitación.
Por si a alguien le interesa, me despido por un tiempo, abandono mis letras en este rincón alejado de la mano de dios. Si queréis encontrarme estaré dando un paseo por los campos más verdes que jamás hayáis visto. Gracias.
Nos movemos y actuamos acorde a aquello que imaginamos que nos haría felices, nos arriesgamos a sentir, a amar, a sufrir, en definitiva, nos arriesgamos a vivir.
Cuando nos lanzamos a la piscina para hacerlo posible sentimos miedo, miedo en cantidades desproporcionadas, y ese temor es incontrolable y a la vez incomprensible, se cala en tus huesos, te atraviesa el alma, te deja vacío. Y es que vivir conlleva el mayor de los pesares, asumir las consecuencias.
Debemos aceptar fracasar, triunfar, el dolor, la ira, la alegría... y todos esos sentimientos convulsos que nos llevan a estados de nuestro ser que desconocemos hasta el mismo momento en el que ocurren esas consecuencias.
Son esas mismas consecuencias las que hoy me han traído aquí, las que hacen que día tras día sufra empujones terribles a cargo de mi conciencia, la que hoy al fin pudo dormir.
De veras necesito descansar, tomarme un tiempo, un momento en el que deje de buscarme, parar de reflexionar acerca de lo que hice mal, lo que hice bien, lo que he perdido y lo que he ganado en estos últimos años. Apagar la luz, quedarme a oscuras, no ver, solo andar por esta habitación.
Por si a alguien le interesa, me despido por un tiempo, abandono mis letras en este rincón alejado de la mano de dios. Si queréis encontrarme estaré dando un paseo por los campos más verdes que jamás hayáis visto. Gracias.
martes, noviembre 26, 2013
No lo son.
Ya se hacía de noche y las aceras brillaban con la lluvia mojada, los charcos parecían espejos a la luz de las farolas y las gotas rezagadas de algunas tuberías dejaban sus últimos compases. El parpadeo incesante del semáforo acompañaba de vez en cuando el paseo, algún coche despistado se dejaba ver a esas horas zigzagueando despacio entre el asfalto. No son horas de estar por aquí.
Calcetines empapados y sudores fríos ¿qué hora es? no veo el momento de volver, la lluvia ya no moja, ahora molesta y no sé cuanto tiempo más aguantaré a la intemperie.
Sus pies se deslizaban silenciosamente por la calzada, el frío ya calaba los huesos, haciéndole compañía en esta noche de Noviembre tan solitaria.
A mitad de camino paro un coche, bajo la ventanilla y olisqueó su figura de arriba abajo, callado, sin articular palabra. Sus ojos volvieron de nuevo a la carretera y sin poder mirarla sacó un billete y apenas entre balbuceos logró decir: "no son horas de estar en la calle".
Mientras el coche se alejaba hasta confundirse con la negrura los espasmos hacían su aparición.
Hielo, congelada una noche de invierno, sin más abrigo que su piel, paseando entre estas calles oscuras que parecen esculpidas en mármol gélido.
Ya vio al gigante aparecer, el helor seguía incrustado en sus costillas y no había manera humana de llegar al hogar. Hasta que finalmente las sombras se fundieron con la luz y cayo desplomada al suelo.
El gentío salió de su madriguera, cruzando semáforos, andando ente los charcos, esquivando papeleras. Tendida en el suelo sin poder hacer más esfuerzo por respirar, ahogada en el frío, congelada, apartada por los transeúntes. "No son horas" exclamó alguno.
Calcetines empapados y sudores fríos ¿qué hora es? no veo el momento de volver, la lluvia ya no moja, ahora molesta y no sé cuanto tiempo más aguantaré a la intemperie.
Sus pies se deslizaban silenciosamente por la calzada, el frío ya calaba los huesos, haciéndole compañía en esta noche de Noviembre tan solitaria.
A mitad de camino paro un coche, bajo la ventanilla y olisqueó su figura de arriba abajo, callado, sin articular palabra. Sus ojos volvieron de nuevo a la carretera y sin poder mirarla sacó un billete y apenas entre balbuceos logró decir: "no son horas de estar en la calle".
Mientras el coche se alejaba hasta confundirse con la negrura los espasmos hacían su aparición.
Hielo, congelada una noche de invierno, sin más abrigo que su piel, paseando entre estas calles oscuras que parecen esculpidas en mármol gélido.
Ya vio al gigante aparecer, el helor seguía incrustado en sus costillas y no había manera humana de llegar al hogar. Hasta que finalmente las sombras se fundieron con la luz y cayo desplomada al suelo.
El gentío salió de su madriguera, cruzando semáforos, andando ente los charcos, esquivando papeleras. Tendida en el suelo sin poder hacer más esfuerzo por respirar, ahogada en el frío, congelada, apartada por los transeúntes. "No son horas" exclamó alguno.
lunes, octubre 21, 2013
Yo perdí el tiempo, tú las formas.
Hacía tiempo que no me acordaba de ti, de tu amargura, de la que me producías, y ayer caí en la cuenta de que era Octubre y todavía estaba viva y volví a recordarme que tenía que dejarte marchar, por suerte tú te fuiste primero y sin avisar.
También hice memoria y recordé qué era eso de querer, qué fue de aquella noche tan oscura en la que dimos vueltas y jugamos a escondernos en nuestra piel.
Fue a la mañana siguiente cuando noté que las sábanas soltaban nicotina y que tú ya no estabas aquí. Qué pena que tú no fumaras y que a mi el humo me hiciera reír.
Pasaron los días y Octubre seguía sin venir. Así fue como empecé a echarle la culpa al viento por traer tu aroma y llevárselo tan pronto, al tiempo por robarte, a mi ímpetu por traicionarme, a aquella noche y a sus sábanas por enredarme y por último a ti por no gustarte el humo.
También hice memoria y recordé qué era eso de querer, qué fue de aquella noche tan oscura en la que dimos vueltas y jugamos a escondernos en nuestra piel.
Fue a la mañana siguiente cuando noté que las sábanas soltaban nicotina y que tú ya no estabas aquí. Qué pena que tú no fumaras y que a mi el humo me hiciera reír.
Pasaron los días y Octubre seguía sin venir. Así fue como empecé a echarle la culpa al viento por traer tu aroma y llevárselo tan pronto, al tiempo por robarte, a mi ímpetu por traicionarme, a aquella noche y a sus sábanas por enredarme y por último a ti por no gustarte el humo.
domingo, septiembre 29, 2013
Gente hablante parlante, apostólica, insulsa,
chismosa, hipócrita, vacía, hueca, inestable, aburrida, insuficiente, ruin,
vulgar, fría, repetitiva, incolora, inodora, insípida, maleante, falsa, pava, monjil.
Me dormís, me cansáis, me producís sopor, espasmo, susto y angustia.
Dejen de llamar a la puerta del olvido y abran los ojos, no sean pesados, vivan de una vez y sobretodo, dejen vivir.
miércoles, septiembre 11, 2013
Cómo te perdí en más de 250 días
Sigo buscando la paz, la paz que nunca he tenido, la que anhelo, la que me hizo perderte en más de 250 días.
Es esta misma la culminación de una opera que terminará con mi muerte y un previo y deseado descanso, digo yo que en algún lugar deberé parar y si no es aquí, ya podré encontrarlo en el sueño eterno.
Son esos sueños los que ya ni si quiera me respetan, me atormentan, apenas me dejan dormir hacen que a veces me levante con la sensación de que el día no ha hecho más que continuar.
En esos 250 días volví a encontrar al demonio, el presumido fantasma del Averno regresó de las Catacumbas para incordiar, para recordarme quien era cuando me miraba en el espejo, tan deformada.
Observé otra vez ese espejo y simplemente no vi nada, ya ni mi reflejo se quedó a hacerme compañía, me dijo que no merecía la pena seguir allí, no para ver aquel espectáculo tan desagradable.
Fueron tantos días los que tarde, tantas mañanas con el mismo pijama ¿cómo diablos no me di cuenta? ¿tan estúpida soy?
Parezco una patética actriz de segunda fila interpretando el papel más nefasto jamás escrito, regocijada en autocompasión y kilos de palabras. De qué me sirve todo esto, de qué me sirven si a penas sé utilizarlas, solo destrozarlas para hacer que parezcan miles de ratas desplazándose atolondradas.
No estoy triste solo vacía, exhausta de no poder conciliar el sueño, excitada de aquella taza de café, rendida ante mi ignorancia. Quién sabe si todo esto lo merezco, si mi vida tiene una malvada forma de espiral que me encierra y que no me deja huir de mi misma.
No sé por donde empezar, cuando desapareció lo poco que quedaba de mi, en que momento exacto mi inocencia se esfumó sin ni si quiera decirme adiós.
Si me vieras ahora, parece hasta cómico. Odiarse a uno mismo por algo distinto al aspecto es complicado, un broma de mal gusto que resulta excesivamente simple para algunas voces, las mismas que murmuran sin parar opiniones inconsistentes: "todos podemos cambiar" "exageras" qué sabrá toda esa gente.
Qué fácil resultaría reconocer mi error y procurar no volverlo a repetir, culparme, flagelarme, esperar a que el calendario haga su trabajo y empezar. Pero no, no cuando la solución no está aquí, ni si quiera en este mundo, quizá si en el siguiente, quién sabe, eso ya no es de mi incumbencia, lo único que sé es que por mucho que el 10 de Septiembre deje esta tinta pasajera en un remoto lugar, no servirá de nada, volveré a ser el trozo de nada más grande y vulgar que he conocido.
250 días me parecen muchos para tanta estupidez y una minucia en esto de vivir. Resulta hasta curioso en que ha derivado todo esto. ¿Curioso? qué digo, típico. El mundo allí, tú con ellos y yo aquí tan lejos como podáis imaginar.
Es esta misma la culminación de una opera que terminará con mi muerte y un previo y deseado descanso, digo yo que en algún lugar deberé parar y si no es aquí, ya podré encontrarlo en el sueño eterno.
Son esos sueños los que ya ni si quiera me respetan, me atormentan, apenas me dejan dormir hacen que a veces me levante con la sensación de que el día no ha hecho más que continuar.
En esos 250 días volví a encontrar al demonio, el presumido fantasma del Averno regresó de las Catacumbas para incordiar, para recordarme quien era cuando me miraba en el espejo, tan deformada.
Observé otra vez ese espejo y simplemente no vi nada, ya ni mi reflejo se quedó a hacerme compañía, me dijo que no merecía la pena seguir allí, no para ver aquel espectáculo tan desagradable.
Fueron tantos días los que tarde, tantas mañanas con el mismo pijama ¿cómo diablos no me di cuenta? ¿tan estúpida soy?
Parezco una patética actriz de segunda fila interpretando el papel más nefasto jamás escrito, regocijada en autocompasión y kilos de palabras. De qué me sirve todo esto, de qué me sirven si a penas sé utilizarlas, solo destrozarlas para hacer que parezcan miles de ratas desplazándose atolondradas.
No estoy triste solo vacía, exhausta de no poder conciliar el sueño, excitada de aquella taza de café, rendida ante mi ignorancia. Quién sabe si todo esto lo merezco, si mi vida tiene una malvada forma de espiral que me encierra y que no me deja huir de mi misma.
No sé por donde empezar, cuando desapareció lo poco que quedaba de mi, en que momento exacto mi inocencia se esfumó sin ni si quiera decirme adiós.
Si me vieras ahora, parece hasta cómico. Odiarse a uno mismo por algo distinto al aspecto es complicado, un broma de mal gusto que resulta excesivamente simple para algunas voces, las mismas que murmuran sin parar opiniones inconsistentes: "todos podemos cambiar" "exageras" qué sabrá toda esa gente.
Qué fácil resultaría reconocer mi error y procurar no volverlo a repetir, culparme, flagelarme, esperar a que el calendario haga su trabajo y empezar. Pero no, no cuando la solución no está aquí, ni si quiera en este mundo, quizá si en el siguiente, quién sabe, eso ya no es de mi incumbencia, lo único que sé es que por mucho que el 10 de Septiembre deje esta tinta pasajera en un remoto lugar, no servirá de nada, volveré a ser el trozo de nada más grande y vulgar que he conocido.
250 días me parecen muchos para tanta estupidez y una minucia en esto de vivir. Resulta hasta curioso en que ha derivado todo esto. ¿Curioso? qué digo, típico. El mundo allí, tú con ellos y yo aquí tan lejos como podáis imaginar.
martes, agosto 13, 2013
Crónica de un trece de agosto
Hacía tiempo que la ansiedad había desaparecido, pero las cosas
han cambiado y hasta qué punto. Ahora soy yo la que estalla, desquiciada ante
esta broma en la que todo el mundo se ríe menos yo.
Los días pasan, turbios y sin fin, enfrascados en un espacio-tiempo.
Noches solitarias y sin mayor regazo que mi propia compasión, siendo mi único
alivio el hecho de saber que todo lo que está a mi alrededor algún día
terminará encajando entre sí. Pero todo
bien ajeno tiene un límite después del cual sólo quedan kilómetros de odio y
tristeza.
Así me trata el villano del reloj, como un gran tornado arrasa
con todo lo que queda de mí. Hoy, agotada, trato de describir como esta
sensación de furia interna y de amor incontrolable se refleja en una presente
continuo, un ciclo interminable de
errores y olvido. No hay equilibrio posible ni droga que me salve.
martes, julio 02, 2013
Ni ver ni sentir
Estancada ante los flashes de la ciudad que chiribitan como los ojos de un niño, el difuminado olor de la noche se confunde con el entramado de sombras y luces que recubren este escenario.
Ante el espasmo que me producen estos días largos de verano y postrada como siempre en la cama, esta urbe parece cada vez más pequeña. Ya ni el mar me salva, ni si quiera las olas son capaces de alejar todo aquello que nunca quise y siempre tuve, ni el odio por lo presente, si quiera el rencor de vivir y menos aún la dulzura de la muerte.
Hoy, cómo no, también tomé alguna que otra decisión precipitada y elaboré más de un plan que jamás se cumplirá, y pensé, cómo no, que lo que a veces deseas es aquello que ni uno mismo es capaz de ver, ni de sentir.
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