miércoles, abril 02, 2014

Volverá a ser Lunes.

Justo antes de entrar a mi calle hay un banco, uno de esos en los que sacas dinero y en los que si te sientas te sacan ellos a ti.
Se repite la escena, faltan solo unos metros para llegar a casa, está sonando algo por los auriculares y encuentro al mismo hombre acostado entre cartones dentro del banco sin más abrigo que una manta, siempre la misma manta.
Serían las 3 de la mañana, no lo recuerdo con exactitud, cuando me percaté de que ese día había dos personas más en el interior, concretamente un hombre y un niño. Ante la sorpresa, decidí aguantar la mirada un rato para comprobar que aquello que veía no era una ilusión provocada por alguna bebida espirituosa. 
No me equivoqué, justo enfrente de la persona que solía frecuentar aquel lugar, un hombre adulto y un niño (quien probablemente sería su hijo), compartían suelo con el desconocido de siempre.
Fue justo en aquel momento cuando me pregunté ¿qué puedo hacer yo? ¿qué debo hacer para que aquellas personas que hoy están durmiendo en un suelo que no es el suyo, encuentren más abrigo que una manta llena de jirones?

Me senté aquí, en esta silla, y realicé el típico ejercicio de hipocresía y necedad  que embriaga a esta sociedad borracha de éxito falso: sentir y no actuar.
Conforme pasaban los días la marea volvía a enredarme en sus fauces, Lunes, Martes, Miércoles... el reloj imparable eliminaba aquel recuerdo hasta que finalmente lo convirtió en algo exógeno con el único fin de continuar mi existencia sin el tormento que produce el mal ajeno. Así es como se manifiesta la existencia pura ante la falta de criterio, con la necesidad de volver a nuestros quehaceres, quehaceres que nos salvan del mal y nos devuelven a la felicidad ambigua de vivir.

Volverá a ser indispensable la ayuda a África, volveremos a ver mañana en la tele como niños de este país de manos largas y tuertos, no pueden comer ni recibir una educación sin las limitaciones del presupuesto, volveremos a ver a millones de personas muriendo por sida para acto seguido deleitarnos con los apuestos colores de un Ferrari, pero sobretodo, pese a quien le pese y gracias a dios, volverá a ser Lunes.