Hacía tiempo que la ansiedad había desaparecido, pero las cosas
han cambiado y hasta qué punto. Ahora soy yo la que estalla, desquiciada ante
esta broma en la que todo el mundo se ríe menos yo.
Los días pasan, turbios y sin fin, enfrascados en un espacio-tiempo.
Noches solitarias y sin mayor regazo que mi propia compasión, siendo mi único
alivio el hecho de saber que todo lo que está a mi alrededor algún día
terminará encajando entre sí. Pero todo
bien ajeno tiene un límite después del cual sólo quedan kilómetros de odio y
tristeza.
Así me trata el villano del reloj, como un gran tornado arrasa
con todo lo que queda de mí. Hoy, agotada, trato de describir como esta
sensación de furia interna y de amor incontrolable se refleja en una presente
continuo, un ciclo interminable de
errores y olvido. No hay equilibrio posible ni droga que me salve.