Vi a la luna asomandose entre edificios de esta urbe. Parecía tan grandiosa, exquisita, espectular. Y me vi tan vulnerable, tan efímera que a penas pude atisbar una sensación.
Pequeños e insignificantes frente a la majestuosidad de aquello que nos resulta tan lejano, ignorante como cualquier niño susceptible a recibir una educación.
Pánico a conocer y no reconocer, siendo la felicidad mi mayor miedo.
Carezco de sentimientos, y apenas poseo capacidad de autocrítica. Quizás sea ese el motivo por el que me cuesta tanto valorar cosas que me resultan “poco importantes”
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