Como se levanta la torre de arena, la del tiempo, la de las manecillas que avanzan incesantes hasta el fin de nuestros días, ellas siempre ganarán. Un paso por delante de tus elucubraciones, el argumento de mayor peso, el peor de los delirios recogido en tu muñeca, atado a ti, como tu lo estás a él.
Enredada en mi quimera, parada ante la perplejidad de lo que ocurre, soy incapaz de hacer algo distinto a nada. No quiero dejarlo pasar, pero tú tan imponente y yo tan débil, poco puedo hacer, salvo esperar a que el tiempo ponga a cada uno en su lugar, y a mi en el tuyo.
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