Puedo decir, quizás un poco osada, que he conseguido reconocerme. Resulta que los corazones más ásperos detrás del hielo se reblandecen y laten callados humedecidos por mucho dolor. La dureza sólo es una aspiración a algo que nunca fui.
Adoro el drama, tan irreal, tan esperpéntico, dibujar como Goya a Saturno devorando a su hijo mediante señales en clave de Sol, en música, en una forma de amarme, en una de las muchas vías para ser feliz.
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