Me siento frente a frente con mi achacada conciencia y le pregunto: ¿qué es lo que hago mal?
Llevo años buscando respuesta a esa pregunta y a estas altas horas de la noche sigo sin encontrarla, soy bastante patética.
Asumo mi handicap e intento que sea menos pesada la carga que llevo pero a pesar de mis esfuerzos para que no suponga nada más que algo curioso, esta se ha convertido en la peor de mis pesadillas, tan acusada siempre a estas altas horas de la noche.
Y es a estas altas horas de la noche cuando mi mente se encuentra más despejada y mi corazón más limpio de lo habitual, intento ser felina de la oscuridad porque a mi el día me envuelve en sus garras y no me deja salir.
Amante de la noche y de sus misterios, esos que me producen tanta felicidad como miedo, tanto placer como tristeza.
Añorando las noches de verano a cada instante que pasa, aquellas noches calurosas y mojadas por las leves gotas de sudor, acompañada por mi temible televisor y mis dedos tecleando en lo que parecía mi gran obra maestra. Noches de olvidar recuerdos y de hacer nuevos, para que a la mañana siguiente se traduzcan en risas y dolor de cabeza.
Noches de llanto mezcladas con amargura esa que me hace volver al globo terráqueo sin que a penas se haya notado mi ausencia.
Y todo ello es a estas altas horas de la noche
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